martes, 3 de agosto de 2010

Viajeros

Viajé 458 millas por carretera para conocer a esta personita. Ella es Hannah. Pasé unos días muy contenta. Disfrutaba verla aclimatándose a su nuevo universo, e ir aprendiendo a sobrevivir su primer exilio.

Al observar a Hannah se me ocurrió que el nacimiento es un proceso de emigración e inmigración. Dejamos  un mundo conocido, en el que nos sentimos seguros, por otro desconocido. Pareciera que al nacer pasamos por todos los procesos traumatizantes que atraviesa un inmigrante en el proceso de ser trasplantado a una nueva tierra: viaje, choques, procesos de rechazo, posterior adaptación e integración al nuevo entorno.

Los primeros días son los más difíciles de sobrellevar. Al pasar el tiempo, tanto el recién nacido como el trasplantado se van abriendo camino hasta acostumbrarse.  Los traumas del viaje, ya sean,  físicos o  espirituales, muchas veces nos marcan. En lo personal aún batallo con los traumas de la inmigración. Y, la pequeña Hannah todavía no se recupera de un cefalohematoma  que sufrió a consecuencia de la suya.

Hannah día tras día va extrañando menos su antiguo escondite, y yo a penas recuerdo el mío. El nuevo es aplastante, y se impone con bríos. El anterior se va desfigurando tras una cortina de olvido.

4 comentarios:

  1. Mira que nunca había pensado en comparar ambos procesos, y ahora que te leo descubro esas similitudes que, inevitablemente, nos llevan a reflexionar sobre otros procesos.

    Esta hermosa tu sobrina.

    ResponderEliminar
  2. Hola Argénida, a mí tampoco hasta que me puse a observar a la recién nacida... pobrecita, tenía un caso de indaptación crónico los primeros días, lol. Ya está mucho mejor :-).

    Gracias amiga. La verdad es muy linda, igualita a su tía, lol.

    Abrazos!

    ResponderEliminar
  3. Sonia, me ha gustado el símil, la verdad es que nacer debe de ser un verdadero trauma que seguro que nos marca de por vida.
    Le deseo lo mejor a la pequeña Anna y a su tía. Lola

    ResponderEliminar
  4. Esta preciosa tu sobrina y me tu texto me ha encantado. Me acuerda mucho de cuando nació Stella, quien también tuvo un cefalohematoma que tardó en sanar.

    Ahora que lo pienso, creo que como madre uno pasa por algo parecido. Dejamos de ser quien somos para convertirnos en otro, y nuestro mundo de repente nos deja de pertenecer para girar en torno a un nuevo ser.

    ResponderEliminar